martes, 25 de agosto de 2009

el show tiene que continuar

Aunque la semana pasada trabajé sin ganas, fue una de mis mejores semanas. Aunque claro, sólo estoy hablando de dinero. Dicen que las mejores cosas de la vida no se compran, ni se tocan, ni se ven, pero yo sobrellevo mi depresión y mi mal humor supliendo ese vacío que hoy es mi vida con cosas materiales como otro par de zapatos que no necesito, otra decoración en las uñas que tampoco necesito y otro fin de semana en Acapulco (que sí necesitaba, neto).

Nada mejor que viajar sola para aclarar la mente. El hotel de siempre, la playa de siempre y la rutina de siempre aunque esta vez me ahorré las desveladas. En realidad, me la pasé fumando en el balcón por las noches y tomando el sol y comiendo cocos durante el día. Nunca he sido buena para ligar. En realidad, soy muy común sin el maquillaje, el peinado y el vestuario. Puedo pasar perfectamente inadvertida si me lo propongo. A veces lo necesito. A veces me cansa ser objeto del escrutinio del ojo ajeno. Y aunque el mesero se esmeraba en el servicio, no supe si era por mí o por las buenas propinas que le dejaba. En realidad me cayó bien porque nunca se quiso hacer el chistoso y porque me dejó en paz conmigo misma en lugar de hacerme la plática.



Ayer no fui a trabajar porque venía cansada de manejar, pero hoy tengo que volverme a poner las pilas. Mi antiguo sirviente no se ha reportado y dudo que lo haga, pero es mejor así para ambos. Total, de peores he salido menos raspada...

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