Bien dicen que nada como un viaje para expandir nuestra perspectiva, y pues la neta, aunque al principio fue un fin de semana de negocios, los días que me tomé después me ayudaron muchísimo. Claro, que al tigre no se le borran las rayas cuando está descansando. Así que les voy a contar que me porté un poquito mal.
Pero nomás tantito.
Digamos que de viernes a domingo el asunto fue estrictamente de negocios. Yo como acompañante claro, de un hombre de no malos bigotes y corazón harto generoso. Justo como me los recetó el doctor. El caso, es que eso de ir de "Asistente Personal" es muy divertido cuando las conferencias se acaban y todo el mundo saca su YO interno y verdadero. Es todo un espectáculo ver a las féminas en traje sastre, apuradas y super serias el primer día, y al final del segundo verlas todas desveladas, ojerosas, y tratando de dismular las cogidotas que les meten sus jefes y sus colegas.
Era casi el paraíso.
Pero como la vida sexual de la demás gente me viene valiendo madres, en la tarde de ese sábado yo estaba en thinking mood y le pedí a mi cliente VIP que me cambiara el boleto de avión para ayer pasado el medio día. Necesitaba tiempo para mí y él que es tan comprensivo no se negó a nada. Incluso, me cambió de hotel a uno de más bajo perfil pero igual de cómodo y me dejó una lanita extra para mis "chuchulucos".
Si no supiera cómo es de cabrón, ya le habría aceptado el puesto de Casa Chica No. 3 que tan insistentemente me ha ofrecido.
En fin que nos despedimos en el lobby del segundo hotel y ya lejos de las miradas curiosas del personal que aparentemente no se percatan de nada pero en todo están, se trepó a su taxi y me dio las llaves del carro en renta. Aproveché para darme una vuelta sobre la avenida principal y ver qué había de nuevo en ese lugar que ya conozco tan bien. Una nueva boutique, un nuevo restaurante y el mismo antro de siempre aunque yo no estaba para fiesta esa noche.
Me compré un nuevo traje de baño, nuevas sandalias, lentes de sol desechables y un nuevo esmalte de uñas. Necesitaba un pedicure urgente pero odio a las dependientas de las estéticas que son tan delicadas como un carnicero de La Merced por lo que decidí que me tomaría un par de horas para consentirme en el hotel.
Después de una sesión de belleza en el jacuzzi con mis exfoliantes, mascarillas y demás, me sentía como nueva y con mucha energía, por lo que me fui a mi restaurante favorito, pedí esa pasta con salmón que tanto me gusta y al final me eché una margarita de esas que sólo Martín, el barman de ese lugar, sabe preparar. Disimuladamente, le dí una escaneada a las mesas de alrededor y me encontré con varias parejas de esas nice festejando aniversarios, un güey con copas de champaña que a lo lejos denotaba una propuesta matrimonial en puerta, un par de familias con chamacos ya dejando la adolescencia -y una cara de aburrimiento peor que en misa- y sólo yo como hongo en la mesa para dos en la que me sentaron.
Es chistoso porque los meseros siempre preguntan si estoy esperando a alguien con una sonrisa, y cuando contesto que no ponen cara de perritos regañados y me atienden rapidísimo y de buen modo.
Que así fueran siempre, los cabrones.
Total que ya estaba al final de mi margarita cuando vi que alguien entró, me miró por un par de segundos como queriendo reconocerme y luego desvió la mirada al responderle el saludo al capitán de meseros. Pedí una segunda margarita porque ese Martín tiene una mano maravillosa y me quedé pensando en mi siguiente parada. Bar o Antro? Caminata o cuarto de hotel? Peli o Libro? Sex Shop o Playboy Channel? Balcón o Piscina? Kinky o bien portada?
Pagué mi cuenta terminada mi tercera margarita, y al salir del restaurante sentí la mirada de alguien y al voltear sólo vi un par de ojos sorprendidos y un dedo sobre los labios de un cuasi-adolescente que me pedía guardara silencio. Mi mente empezó a buscar en mi archivo de caras la de este chamaco y lo reconocí al fin. Uno al que le puse un estate quieto hace como dos semanas por andar jugando al fotógrafo con su celular.
Seguro pensó que lo delataría delante de su mamá, pero qué necesidad de arruinarle el cumpleaños a la señora? Me cagué de risa y me regresé caminando al hotel. Ya le cobraré mi silencio en el AVPM la siguiente vez.
En el camino encontré como siempre un sin fin de vendedores ambulantes que me ofrecían desde pulseritas y colguijos de plata hasta trencitas de colores y tatuajes temporales, pero el más extraño de todos fue uno que vendía libros usados. Bien dicen que hay que ampliar la variedad de los productos o extinguirse en el mercado. Me paré a leer los títulos buscando uno que me llamara la atención cuando sentí acercarse a alguien.
Se agachó interesado y tomó un libro mientras yo dejaba "El Manual de la Perfecta Cabrona" de nuevo sobre el piso cubierto por una manta con estampado de plantas de mariguana. Encontré entonces un libro que me sonó conocido "The Girl With The Dragon Tatoo" así en inglés, y me acordé del cliente que alguna vez me lo recomendó. Hice ademán de tomarlo con mi mano izquierda cuando otra mano hizo lo mismo al mismo tiempo.
Era él, pero yo no lo sabía. Me dijo que yo tomara el libro pero le dije que lo iba a comprar, que si quería verlo se lo "prestaba" para examinarlo pero que al final me lo iba a llevar. Entonces sacó rápidamente un billete de su cartera y se lo dio al vendedor mientras yo decía "Oye, noooo!"
Pinche güey, pensé yo. Me decido a leer y me gana el puto libro.
Estaba a punto de mentarle su madre cuando al recibir el cambio me miró y me dijo: "Te lo regalo"
Se me bajaron los calzones, literal. Pero no ahí ni en ese momento.